Anónima
Abro los ojos y me encuentro tendida en la cama. Hace calor. Noto que lleva un tiempo mirándome porque ya no es humana su mirada. Yo no estoy lista. Me asusto, pero no tengo mucho tiempo. Parpadea lento, respira duro y me preparo. Respira duro. Duro. Se acerca y respira.
Noto que el aire acondicionado está apagado. Por ahí treinta grados, calculo. El ventilador revuelve la masa que es tan pesada arriba y es tan pesada abajo. Respiro, lento. Cierro los ojos y me pienso presa. Me gusta. Hoy soy carne. Ahora soy carne, me mojo abajo, estoy dispuesta.
Se acerca, duro, respira, duro, ruge, duro, brama, bufe, gruñe. La masa hace ruido cuando la exhala. Su ojos (¿los ojos de quién?) no paran de mirarme y los miro de vuelta pero no lo veo. Soy sólo testigo. Sigo salivando.
Soy cuerpo, esqueleto suelto, trapo. Ahora soy trapo. Peso, pluma, peso, ligero, nada.
Me agarra, me ruge, me asusta, me voltea. Un hilo fino, muy fino, me sostiene alerta. No me resisto pero estoy lista a reaccionar. Hay peligro: puedo morir. Debo estar blanda: por si muero. El cuerpo suda, exuda, su cuerpo se calienta mientras busca el mejor bocado. Me voltea, rápido, hacia la derecha. Respira en mi nuca, me aprieta, duro y me voltea para la izquierda. Me amasa, me aprieta, me voltea otra vez. Me agarra del brazo, me agarra duro.
Conozco este baile. Se decida, me muerde. Me agarra fuerte, la nuca, por detrás. Se acerca y me respira la masa caliente en la oreja. Gruñe, sus dientes me amenazan. Para. Mi piel empieza a desaparecer mientras la sangre se alista para encontrar el aire. Hierve en la superficie. Huele, puede olerme. Mi cuello palpita. Vuelve a gruñir, duro, por detrás, exhala en mi oído y me ataca. El tejido se desgarra, lo recibo, mojada, tiesa. Aprieto.
Conozco este baile. Aprieto, me aprieta. Me hala hacia él, me hala contra él. Empieza a zarandearme con un ritmo que se acelera. Puedo oír el pulso, un pulso fuerte. Late. El ritmo golpea, es fuerte, crece. Respiro, duro. Rujo, bramo, grito. Duele.
Inhalo la almohada. No cierro los ojos. Devora, come, se sacia. Yo me arrecho, me alisto, me gusta, me suelto, observo, me agoto, me defiendo, peleo, me entrego, me dejo. Escala el asalto: sangre, carne, trapo, saliva, sal. De pronto ruge, el rugido más fuerte, y me tira de lado. Soy carcasa. Ahora soy carcasa. Libre. Muñeca, frágil, débil. Recibo la muerte repentina y descubro que no tengo cuerpo. Una dimensión. Soy epicentro, (¿de qué?) Me encuentro en un punto y en un instante, condensada.
Un instante de pausa muerta. Silencio absoluto cuando para de vibrar el rugido. Quietud. El ventilador para y la masa se congela.
Lo miro. Sus ojos cerrados y su sonrisa blanda. Satisfecha. La sangre sigue rodando por su boca. Hay dos cuerpos quietos: el de él, saciado, el mío latente. Estoy sola.
Cierro los ojos y empiezo a respirar de repente. Indulto. Respiro tranquila mientras se estabiliza el pulso empiezo a pulsar desde otra parte.
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